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jueves, 17 de enero de 2008

RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Yo quiero dibujar un sueño
17/01/08
Por Alberto Morlachetti

Cuando venga hacia la tierra las mieses desde el aire,cuando giren los astronautas en torno de las rosas.
Roberto Tamayo

(APe).- Bandas violentas de limpiavidrios se adueñaron de las esquinas porteñas, denuncia Clarín el 30 de diciembre. Son grupos de limpiavidrios de 2 a 5 pibes que actúan en forma agresiva y se apropiaron de los principales semáforos porteños, como el de Libertador y Pueyrredón o el de Santa Fe y Juan B. Justo, donde prestan un servicio que nadie les pide.La condena a los niños y niñas pobres por carencias de bienes genéticos fundamentales o por no haber aceptado resignadamente las consecuencias de sus destinos por socialización, es el camino más corto entre la imposibilidad de tolerar la situación y la imposibilidad de transformarla. Los chicos no tienen tiempo de llorar amores perdidos, todo anochecer es un funeral de sueños. Los pibes se atreven a irrumpir en urbanizaciones que no son las suyas. Desplazados de barrios donde nadie registra sus pisadas se domicilian en otras esquinas y a puro balde y trapo se paran delante de los parabrisas para apurar el brillo, para ganarse una moneda de las chiquitas, de ésas que no pesan nada en el bolsillo ni en el alma.La totalidad de abandonos y hambrunas previas -productoras de consecuencias esperables- no detiene a los gobernantes que tratan de prohibir, denigrar, reprimir los “desechos urbanos” que “ofenden la mirada colectiva”, pero el mar de la pobreza no sabe de orillas y desborda las calles con sus aguas azules: los pibes no saben de ordenanzas y seguirán despertando la ira en las ochavas.
Los puñetazos contra los niños abren una llaga incurable en la memoria. Algo sucede en alguna parte de la sociedad argentina con la que no podemos reconciliarnos. Ninguno de nosotros puede hacerlo.
-I-El diputado por el Partido Conservador Luis Agote manifestaba en Mayo de 1919: “Yo me he preguntado cómo es posible transitar por las calles de Buenos Aires viendo esa turba de niños abandonados en los portales como pájaros, en contacto con el crimen y el vicio. Este es un asunto cuya solución urge, porque cerrará las puertas a los futuros criminales de mañana”. “Los señores diputados habrán visto en aquellos días que hoy llamamos ‘la semana trágica’, que los principales autores de los desórdenes, que los que iban a la cabeza en donde había un ataque a la propiedad privada o donde se producía un asalto a mano armada, eran los chicuelos que viven en los portales, en los terrenos baldíos y en los sitios obscuros de la Capital Federal. Si los señores diputados observan quiénes venden los diarios hoy en la capital, se apercibirán que desde un tiempo a esta parte ya no son muchachos de corta edad, sino niñas de ocho, diez o doce años; y ya podrán figurarse cuál será el fin fatalmente ineludible que van a tener estas criaturas cuando tengan unos años más!”Podríamos decir -como Borges- que basta una sola repetición para demostrar que el tiempo es una falacia.-II-Yo quiero dibujar una utopía con el rojo de tu vergüenza, Negro, no con aquellos que nunca pusieron sus vidas para el misterio que va a venir -como decía Gelman- sino con aquellos que se beben de un solo trago el sol tierno de la media tarde y la belleza de María que amamanta las conspiraciones.

Fuente de datos: Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Mayo 30 de 1919, Reunión No. 5

Los niños que faltan
16/01/08
Por Oscar Taffetani
(APe).- “Hay niños que no encuentran al hombre, caen antes, / se van sonrisa abajo, muerte abajo, se pierden / entre lo destituido que cae y se disgrega...”

Los versos de Tejada Gómez vuelven a ser verdad, una dolorosa verdad, en su propia provincia. Porque en la tierra del sol y del buen vino, la de los troperos cantores y las maestras que madrugaban, uno de cada cuatro niños deja la escuela, deja el colegio o bien se cae, por alguna razón, del sistema educativo.
La estadística mendocina no es peor que la que nos llega de La Rioja, de Chubut, de Catamarca o la provincia de Buenos Aires.
Más de un millon de chicos -dice el registro oficial- fracasa cada año en las escuelas primarias y secundarias del país. La mitad de los adolescentes que ingresan al secundario -nos informa el Ministerio de Educación nacional- no lo termina.
"Hace 30 años -manifestó a la prensa Pablo Pineau, de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación- cuando la escuela expulsaba, había un sistema que incluía: el mercado laboral. Actualmente, cuando un pibe abandona la escuela, cae al vacío...”
Capitalismo piramidal
En el ensayo La escuela capitalista en Francia, publicado a mediados de los ’70, Charles Baudelot y Roger Establet analizan, mediante una fría y objetiva estadística, cómo se construía en el siglo XX la denominada pirámide educativa (es decir, cómo el sistema educativo francés producía la cantidad de peones de campo, personal de servicio doméstico, obreros, empleados, pequeños industriales y comerciantes, profesionales liberales y gerentes que el sistema económico necesitaba).
Aquel estudio, luego emulado y replicado en España y en los países anglosajones, terminaba con el mito liberal de la “igualdad de oportunidades” y también con otro mito, muy arraigado entre nosotros: ése que sostiene que los individuos que llegan al vértice de la pirámide son los de mayor capacidad y talento.
Porque existen, sin duda, voluntades y talentos excepcionales; individuos capaces de sortear obstáculos hasta cumplir con su ambición y su vocación. Pero no es el sistema educativo -revelan Baudelot y Establet- el ámbito donde esas voluntades y talentos más prosperan.
El delantal blanco igualitario que encarnaba el espíritu de la ley 1.420 es hoy más que nunca un detalle pintoresco, que no guarda relación con la auténtica máquina de discriminar, desalentar y expulsar que es nuestro sistema educativo, más allá de contadas excepciones.
“Las mediciones de la Encuesta Permanente de Hogares realizada por el INDEC -leemos en un artículo de Clarín publicado el 30 de octubre pasado- revela que entre los más pobres repiten más del quíntuple de chicos que entre los más ricos...”
El futuro malherido

Pero además, analizando la educación como una herramienta del Estado ¿por qué deberíamos pensar que en un agro hipertecnificado como el nuestro, en donde ya casi no se necesitan braceros, y en un modo de producción industrial robotizado, que no requiere más que unos pocos técnicos y obreros calificados para operar una planta, el sistema va a querer “producir” una masa desproporcionada de obreros rurales u obreros industriales?
En rigor, en un país periférico y de economía trasnacionalizada como es la Argentina, el sueño de la inclusión y la promoción social a través de la escuela es sólo eso, un sueño.
Por eso la pirámide educativa se achica proporcionalmente, tanto en la base como en el vértice, en relación con el crecimiento demográfico del país.
Pensemos que hay niños que están naciendo ahora, en alguna de nuestras crueles provincias, y ni siquiera tendrán la chance de entrar a la pirámide educativa.
Se los cargará el hambre, maldita sea. Y las fiebres y las diarreas y un abanico de enfermedades que no serían mortales si no se dieran en un contexto de pobreza y exclusión.
Esos chicos no tendrán ni siquiera la oportunidad de ser repitentes o desertores. Se caerán antes -¡ay!- sonrisa abajo, muerte abajo. Se perderán entre lo destituido que cae y se disgrega.
Después, están los otros, los que se caen de la escuela, porque un sistema con anteojeras ignora que sin vivienda ni salud ni unidad (aunque sea precaria) de la familia, cualquier educación es inviable.
Y por último, están los “desertores presentes” (así los llaman), los que van a la escuela y no aprenden, los que están en el aula pero “tienen ADD”. O bien están acechados por el paco. O por el alcohol. O simplemente porque levantaron la cabeza y entreabrieron los ojos para descubrir que en esta (dulce) tierra, no había lugar para ellos.
“Hacen falta militantes, combatientes de la Educación”, oímos decir a alguno. Por supuesto. Hacen falta militantes a secas. Hacen falta argentinos que no renuncien al sueño de un país para todos y un Estado para todos.
Los pronósticos -advertimos- son los peores. Nuestro futuro está herido de muerte, porque a nuestro presente le faltan niños.
Dicen que la escuela los perdió. Dicen que el sistema los perdió. Pero ésa no es toda la verdad. Fuimos nosotros los que los perdimos. Hoy esos niños nos están faltando a todos.


Ética de la adopción o ahijar
14/01/08
Lic. Marta Beramendi
(APe).- En primer lugar, si hay algo aquí que cae fuera de todo cuestionamiento, son las excelentes intenciones y comprobada pericia de los actuales guardadores, para el acercamiento-integración de menores-víctima de irregularidad social. Pero las leyes del desarrollo psíquico no se rigen ni doblegan ante buenas intenciones, aptitudes pedagógicas, un plato de sopa servido con cariño, ni aún ante cuestiones de Derecho si se ignorase o soslayasen los principios elementales en que se basan. Y un principio elemental del desarrollo humano, es el carácter estructurante del factor histórico. Todo ser humano, en cualquier momento evolutivo en que se encontrare, es “historia corporizada”: una consolidación actual de un complejo inmodificable de antecedentes con carácter causal imperativo. A este nivel, resulta impensable el “empezar de nuevo”. Por lo tanto, resulta impretendible la intención de “comenzar” un proyecto de crianza de un menor como no sea a partir de su nacimiento, o en su defecto integrando (no negando, ni soslayando, ni evitando, ni poniendo entre paréntesis, ni denigrando, ni excluyendo, ni agrediendo) la totalidad de vicisitudes previas (productoras de consecuencias esperables). No se puede “hacer como si” fuese lo mismo que el vínculo de un menor con sus figuras parentales se hubiere interrumpido (por la causa que fuera) o continuase de un modo u otro. No se puede “hacer como si” el tiempo transcurrido pudiese trasformarse en “mal recuerdo” y resultar conjurado por el simple recurso de una “nueva oportunidad” (aunque ésta resultare óptima). Porque las causas “naturales” seguirán produciendo efectos indefinidamente, no obstante “conjuros” o disposiciones legales interpuestas.
Llamamos aquí “causas naturales” a la situación fundante humana, la que origina el mismo desarrollo histórico: un ser humano SIEMPRE arriba a la vida siendo HIJO. El concepto HIJO alude siempre necesaria y complementariamente a la existencia de UNA madre y UN padre: tal (y ninguna otra) la matriz triangular en la que se conforma el psiquismo. Insoslayable. Situación fundante.
Ahora bien: en el transcurso de la prehistoria a la historia individual, ocurrió en algún peculiar contexto socio-cultural, particulares condicionamientos de éste contexto, permitirán sí sustituciones (figuras parentales, hijos adoptivos) en los distintos lugares de ésta matriz. Pero sólo a condición del respeto a ciertas reglas (por tratarse el ser humano de un producto de la cultura, y no meramente biológico), la sustitución resultará eficaz para el funcionamiento, y no para la destrucción de tal matriz. Y la regla básica tiene que ver con el más primario de los aprendizajes: el de ser “hijo”. ¿Cómo se aprende a ser “hijo de”? Por la permanencia. No se cambia de figuras paternales como de camisetas. No se puede tener varias mamás y varios papás a lo largo del desarrollo, sino a riesgo de producirse la anulación misma del concepto (de la imagen, y por lo tanto de efectos) de “mamá” y de “papá”.
Otra regla esencial tiene que ver con el carácter de la relación de “hijo”, no se trata de un vínculo colectivo, sino “natural”. Se “elige” una pareja, se “elige” un amigo; no se “elige” un hijo, no se “eligen” los padres. “Hijos y padres” resultan de un vínculo de carácter imperativo. Esta es una cuestión esencial, cuyo no respeto no puede traer aparejado sino la desvirtualización (la “patología” diremos en el terreno de la salud mental) de tales vínculos. Desde los padres, las posibilidades ofrecidas por la realidad, indican que en todo caso se podría impedir un nacimiento; pero una vez producido éste, ESE y no otro es el hijo que resulta, será impensable su devolución, reclamo, o trueque alguno. Solo existirá, sí, una opción extrema: el abandono. Pero se tratará siempre, desde el punto de vista de la significaciones psicológicas, de una polarización: se asume la crianza (que sí puede admitir delegaciones provisorias de la misma) o se abandona el hijo. Esto no admite retrocesos, ni idas y vueltas, ni circunsloquios, ni vacilaciones con vistas a la producción de efectos posibles (en el psiquismo del hijo). Desde el hijo, quien aprende a serlo y a saber quién es a partir de la permanencia (o en su defecto sustitución efectiva, que para serlo deberá respetar tal permanencia) de figuras parentales, éstas se le impondrán desde la realidad con carácter indubitable. Resultando impensable desde la natural dependencia psíquica de un menor, el “elegir” otras figuras parentales que las previstas por la permanencia. Cuando en esta matriz vincular, entonces, irrumpiere el concepto de “elección”, no producirá sino la desvirtuación (la “patología” diremos en salud mental) de tal vinculación.
Desde luego que la validez de estas reglas (a nivel de las significaciones) estará supeditada a que la “sustitución” ocupe el lugar de una ausencia. No se puede “sustituir” algo que no falta. Pretender “reemplazar” algo que está, implicará desplazamiento, contradicción, competencia, rivalidad, desvalorización, pero nunca “sustitución” eficaz. Al psiquismo de un “hijo” no puede acceder como “efecto” una función parental sustitutiva hasta tanto la ausencia de la función parental “natural” no fuere real (para él).
Entonces, el cumplimento (o no) de tales reglas, desde esta perspectiva psicológica, hará a la salud (o no) de la sustitución posible en la matriz vincular primigenia, calificada como “adopción”. “Adoptar” (desde la estricta perspectiva de esta especialidad, sin pretender inmiscuirnos en cuestiones de Derecho), significa “prohijar”, “admitir”, “aceptar”, “abrazar”, “hacer de uno” (algo que previamente no lo era). Implica sí un matiz de elección, pero limitado al orden motivacional, subordinado a nivel de la acción al objeto de adopción. Se “elige” el adoptar un hijo (tal como se “elige” el nacimiento o no de un hijo). Pero como la esencia del “ser hijo” consiste en que no es “elegible”, una vez “adoptado”, no se puede “devolver”, ni “cambiar”, ni “reclamar”, so pena de desvirtuar o anular tanto el carácter de la “adopción” como el de “hijo”. “Adoptar un hijo” entonces, conllevará un carácter de identidad con la progenitora, en cuanto a polarización se refiere: se cría o se abandona, sin medias tintas posibles.
La cuestión de la “elección” no tendrá cabida a este nivel, porque implicará conceptualmente a su contrario: la posibilidad de no elegir, de “des-elegir”. A una criatura no se le puede decir que “se la elige”, porque el mensaje implícito será que se la puede “des-elegir”, con lo cual automáticamente abolimos la condición de “hijo”. Tampoco se la puede colocar en situación de elección en relación a progenitores o familia adoptiva alguna, sin provocar idéntica abolición. Y como el desarrollo del psiquismo humano no se produce sino como efecto del cumplimiento de leyes determinadas, toda alteración de tales leyes, sobre todo de aquella fundante referida al carácter de “hijo”, no provocará sino la alteración o desorganización, o fragmentación, del psiquismo de un menor.

Extracto de pericia realizada en causa judicial del Departamento Judicial de Bahía Blanca por la Lic. Marta Beramendi.

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