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jueves, 29 de marzo de 2007

RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


La Resurreccion de los retratos
Por Alberto Morlachetti
(APE).- José Martí se preguntaba ¿Qué sucede de pronto, que el mundo se para a oír, a maravillarse, a venerar? Nuestro presidente acaba de anunciar que ‘La pobreza bajó al 26,9 y la indigencia al 8,7%’. Méritos del señor Presidente si partimos que el país se encontraba en ruinas por las políticas neoliberales que el mismo Kirchner y sus hombres de confianza alentaron -paradojalmente- en los años 90.

Poco importa si estos números de la pobreza tienen que ver con la realidad. La elección de un estilo de gobierno, no es un acto ideológicamente inocente. El Presidente proclama combatir las políticas del FMI y termina pagándole una deuda que nunca existió. Abre las tumbas secretas de nuestros compañeros para que se conviertan en “un patrimonio de retratos” porque no deja desenterrar ni un pedacito de sus sueños “lavando y refregando sus memorias” y levanta el capitalismo como modo de producción, algo que nuestros amados pedacitos siempre combatieron.
Somete a través del mito para perpetuar nuestra soledad. Lo que no han querido las políticas sociales lo han logrado las matemáticas disminuyendo los porcentajes de la pobreza, amparados por la deliciosa impunidad de la confusión colectiva. No hay en nuestro país terreno fértil para la verdad, sino un tropel de chicos desamparados.
Las estadísticas oficiales son de imaginación asombrosa, capaz de emular a aquellos gitanos de Cien años de Soledad que exhibían en las calles de Macondo la máquina múltiple que “servía al mismo tiempo para pegar botones y bajar la fiebre” o el “aparato para olvidar los malos recuerdos”.
Nuestro gobierno cree dar al mundo y a nuestro pueblo -a través de alquimias aritméticas- una imagen virtual de bienestar, abandonando voluntariamente un cierto número de posibilidades y transformaciones para presentar el enigma de la existencia en “su delgadez esencial”. Ha despojado al hombre de aquello que lo hace humano: sus condiciones materiales y culturales de existencia. Quizás para evitarle a las estirpes partidarias desaparecer en el mismo momento en que aprendan a amar.
Fuente de datos:Diario Página/12 22-03-07

Los herederos de Walsh 27/03/07
Por Oscar Taffetani
(APE).- "Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero martillea a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y con zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra...

"Veo cuatro muchachos, pálidos, como muertos y desfigurados, que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez, de Última Hora, Enrique González Tuñón, de Crítica y Gómez, de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la Penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara: '-Está prohibido reírse'. '-Está prohibido concurrir con zapatos de baile'..."
No, no es Rodolfo Walsh. Es Roberto Arlt.
¿Hacía nuevo periodismo, Arlt? ¿Hacía non fiction novel? ¿A qué señor de frac y zapatos de baile, a qué tilingo, se le ocurriría preguntárselo este día de marzo de 2007, cuando nos sigue estremeciendo la crónica del fusilamiento de Di Giovanni?
"Si Juan Carlos Livraga llegara a ser víctima de alguno de los rarísimos accidentes o suicidios que están ocurriendo en las madrugadas bonaerenses, sobre todo en las proximidades de las vías férreas, la opinión pública sabrá cómo interpretarlo (...) Y si Juan Carlos Livraga llega a desaparecer, sepan los culpables que no habrían destruido una sola de las pruebas que los acusan, pues todas ellas han escapado a su control (...) Sepan, pues, todos los que están directa o indirectamente vinculados a estos trágicos acontecimientos, que no hay en este momento en todo el territorio de la nación una vida más intocable que la de este muchacho argentino..."
Éste sí es Walsh, el primer Walsh, el que tras recorrer infructuosamente las redacciones, consigue que Revolución Nacional, un periódico marginal, le publique su nota 'Yo también fui fusilado', con la entrevista a uno de los sobrevivientes de la masacre de José León Suárez.
Más tarde, en el '69, un Walsh maduro (mejor dicho: madurado en la lucha y la interpelación del poder) publicará en el periódico CGT un artículo titulado 'La secta del gatillo alegre'.
Leemos allí: "El comisario Miguel Etchecolatz es un hombre sensato, buen observador. Cuando se hizo cargo de la primera de Avellaneda, su mayor preocupación consistió en evaluar el personal con que contaba. Del resultado final de esas cavilaciones dio cuenta La Nación el 23 de marzo de este año: 'un curso de alfabetización para su personal fue iniciado en la comisaría primera de esta ciudad'..."
Con filosa ironía, Walsh habla luego del supuesto suicidio, en la comisaría de San Justo, de un chico de 19 años escapado del Agote: "Otro factor deprimente -dice- que acaso contribuya a la ola de suicidios en tales calabozos, son las inscripciones que dejan los torturados..."
La batalla que sigue
Han pasado casi 40 años desde aquella denuncia sarcástica, una denuncia que, a falta de otros elementos, acicateaba con ironía la razón y la conciencia de los lectores.
Hoy, el personaje llamado "Etchecolatz" ocupa otro lugar en las páginas de La Nación. No es ya un comisario modelo, sino un procesado y condenado por crímenes de lesa humanidad.
Walsh, en cambio, una de las víctimas de la cacería sin ley que organizó la dictadura, es homenajeado por estos días en todo el país. Participan de los homenajes militantes políticos de distinto signo. Y ex militantes. Y hasta no militantes.
¿Es eso una victoria?, nos preguntamos.
Si leemos las (desoídas) recomendaciones de Rodolfo a la conducción de Montoneros, en enero de 1977, podríamos pensar que sí.
Walsh quería "impedir que el enemigo pueda convertir el triunfo militar en victoria política integral". Y pensaba que debía proponerse "un reconocimiento por ambas partes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la vigencia de sus principios bajo control internacional".
Ya nadie puede negar que la más importante bandera de la lucha popular contra la dictadura fueron los Derechos Humanos, encarnados en las Madres primero, en las Abuelas más tarde y en toda la sociedad después.
Sin embargo, un párrafo de su famosa Carta a la junta militar -la denuncia que cierra aquella parábola comenzada con Livraga, veinte años antes- profetiza, en 1977, la que será una tremenda derrota popular, derrota de la que aún no nos hemos repuesto:
"Estos hechos que sacuden la conciencia del mundo civilizado -dice Walsh- no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino, ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes, sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada..."
En este punto, ya no sabemos quién está hablando. No sabemos si es Roberto Arlt, el fusilado Di Giovanni, el fusilado Livraga, el desaparecido Walsh o el desaparecido Julio López.Es alguno de ellos, seguro. Es todos ellos. Somos nosotros.
No se trata, entonces, de descubrir bronces o placas. Ni de salir a buscar lágrimas o aplausos para las efemérides.
Roberto y Rodolfo, Livraga y López, desde el lugar donde estén, con una mirada celeste que taladra el tiempo y la hipocresía, nos piden que sigamos.
A todos: al más viejo y al que todavía no ha nacido. Al fin y al cabo, somos sus legítimos herederos.